El Jaibo: una introducción | Días Extraños
Su figura es escape y muerte. La cárcel que le enjaula no hace sino preparar el golpe que dejará caer sobre inocentes fuera de ella. Hombre reducido a lobo, movido por la fuerza, la rabia y la venganza como única forma de vida.

Los olvidados fotograma
Puede que Los olvidados sea para mirarse una sola vez y para siempre. Su peso se traga al espectador. Como hoyo negro, atrae y destruye. No importan las generaciones, ni los hijos de los hijos que la vean, el efecto suele ser casi siempre el mismo.
En esta historia los personajes deambulan en la sombra, al borde del abismo. Lo demás, una ciudad que no termina de comerse a sí misma.
Sobre Luis Buñuel, no creo que fuera su intención construir personajes de ese tamaño, y no podemos negarle esa gloria que solo los genios se saben con ella. Puede que arrancara fragmentos de ese otro tiempo, cuando la Ciudad de México apenas y crecía y daba, valiente, sus primeros pasos hacia un futuro incierto. Avanzamos de frente a pesar de la más injusta ignorancia que entonces nos envolvía y muy probable siga envolviéndonos hasta nuestros días.
Me gusta pensar que cualquier metrópoli conocida, por superior que se dijera entonces, no conocía siquiera sus propios límites como la nuestra. París, Nueva York, Londres… qué iban a venir a enseñar al mundo sobre el porvenir.
El aura de Los olvidados no la tiene cualquiera, es el lugar cúspide de dignos y elegantes organilleros, hoy música de una ciudad perdida.

Die Vergessenen, Olvidados, Los / United Archives
El Jaibo no ha nacido, desconocemos el paradero de su existencia. He aquí a un personaje, un niño. Pálido y flaco, encamina sus pasos a la edad adulta guiado por las más profunda miseria, esa que le llevará a la tragedia sin castigo ni absolución. Crece solo, al margen de edificaciones que se elevan en un cielo traslucido, apenas tocado por la luz solar.
Su figura es escape y muerte. La cárcel correccional que le enjaula no hace sino preparar el golpe que dejará caer sobre inocentes fuera de ella. Su destino está sellado desde el arranque. Alexis Huerta, en su texto “Ira y venganza en Los olvidados”, lo ve como una criatura hobbesiana: hombre reducido a lobo, movido por la fuerza, la rabia y la venganza como única forma de vida.
Y sin embargo, hay algo más, el Jaibo es también la cara oscura de Nietzsche. No el superhombre, sino su sombra, alguien libre de toda moral, pero atrapado en un vacío sin trascendencia. Vive sin culpa, sin deber y sin dios. Libertad sin restricción, el ácido que todo corroe, empezando por sí mismo.
Jaibo Sísifo de la miseria, ese ciclo repetido hasta el cansancio. Uno muere, otro aparece. No hay grandeza en su caída. Repetición absurda. El mundo no espera que Jaibo lo entienda, solo que lance dentelladas. Es destino y furia.
La muerte de el Jaibo no es justicia, sino administración de la miseria. Un cadáver más en la estadística. Octavio Paz lo vio con claridad en su lectura de la película, especialmente durante el enfrentamiento con Pedro. No es una lucha moral, sino una colisión entre azar, hambre y destino. El Jaibo no cae por castigo, es destino natural.
Buñuel no da respiro. No ofrece redención. Coloca su cámara frente a un espejo que nadie quiere mirar. Jaibo interminable.
El Jaibo es personaje y advertencia. La pobreza niega el derecho a la condición humana y en el trayecto golpetea todo lo demás.
El baldío donde el Jaibo mata a Julián no es ciudad ni campo, están al margen. El verdadero mapa.

Los Olvidados / Hulton Archive