Cómo hablarle a tu niño interior
¿Algo dentro de ti necesita sanar?
En entrevista con Martha Debayle en W, Mario Guerra, tanatólogo y psicoterapeuta, experto en temas de pareja, el rockstar del amor.
Web: www.marioguerra.mx // Tel: 55 8421 6400 // FB, TW, YT, IG: @marioguerra
¿Alguna vez has sentido que dentro de ti hay una parte que necesita sanar? ¿Una parte de ti que anhela amor, comprensión y protección? Hoy, quiero acompañarte en un viaje de autoexploración y sanación, para ayudarte a descubrir y establecer un vínculo con tu niño interior, esa parte de ti que guarda tus sentimientos, emociones y recuerdos más preciados de la infancia.
¿Qué es el niño interior?
El niño interior es un concepto que engloba diversos aspectos de nuestra personalidad y emociones que se originan y se asocian con nuestra infancia.
Esta parte de nosotros guarda los recuerdos, experiencias y sentimientos vividos durante nuestros primeros años de vida. Nuestro niño interior puede manifestarse como una fuente de creatividad, alegría e intuición, pero también puede reflejar traumas, heridas y miedos que no han sido sanados. Por ejemplo:
Creatividad: Puede ser la fuente de creatividad y espontaneidad, si durante nuestra infancia fuimos alentados a explorar nuestras habilidades e ideas.
Inseguridades: Si fuimos objeto de críticas o comparaciones negativas, es posible que existan inseguridades y falta de confianza en nuestra vida adulta. Estos sentimientos podrían limitarnos al momento de enfrentarnos a nuevos retos o al establecer relaciones personales.
Miedo al abandono: Si experimentamos situaciones de abandono o desapego emocional, podría manifestarse como un miedo persistente al abandono en nuestras relaciones adultas. Esto podría llevarnos a comportarnos de manera posesiva o a evitar establecer vínculos emocionales profundos por temor a ser abandonados nuevamente.
Alegría y optimismo: Un niño interior sano es aquel que ha sido nutrido con amor, seguridad y apoyo. Si experimentamos esto, es probable que se manifieste como un adulto lleno de alegría, optimismo y amor por la vida.
Dificultad para expresar emociones: Si en nuestra infancia no se nos permitió expresar nuestras emociones o se nos castigó por hacerlo, es posible que nuestro niño interior herido influya en nuestra capacidad de expresar y manejar nuestras emociones como adultos. Esto podría resultar en una tendencia a reprimir sentimientos o en dificultades para establecer relaciones emocionalmente saludables.
¿Hay diferencia entre el niño interior sano y el herido?
A lo largo del tiempo, diversos teóricos han explorado esta idea, como Carl Jung con su concepto de arquetipos y John Bradshaw con su enfoque en el niño herido.
En nuestra vida adulta, el niño interior puede manifestarse de dos maneras:
Niño interior sano: es aquel que se siente seguro, amado y protegido, y que nos aporta alegría, creatividad e intuición. También es conocido como el Yo real o el verdadero yo.
Niño interior herido: es aquel que ha experimentado traumas, dolor y abandono, lo que puede provocar en nosotros inseguridades, miedos y comportamientos autodestructivos.
¿Entonces toda contrariedad o error parental ocasiona heridas de la infancia?
No todas las contrariedades en la infancia darán lugar a heridas en el niño interior. Es natural y normal enfrentarse a ciertos desafíos y dificultades durante la infancia, ya que estos eventos pueden contribuir al desarrollo de habilidades de resiliencia y adaptación en los niños. Sin embargo, es importante diferenciar entre las contrariedades normales del crecimiento y las experiencias traumáticas o persistentemente negativas que pueden generar heridas en el niño interior.
Las heridas de la infancia suelen ser el resultado de eventos o situaciones que son particularmente dañinos, abrumadores o persistentes en el tiempo. Estas experiencias pueden incluir abuso físico, emocional o sexual; negligencia; abandono emocional; conflictos familiares persistentes; pérdida temprana de seres queridos, entre otros. Estas situaciones pueden causar un impacto profundo y duradero en el bienestar emocional y psicológico del niño, lo que puede afectar su desarrollo y manifestarse en su vida adulta en forma de heridas en el niño interior.
Es importante tener en cuenta que la percepción de lo que constituye una experiencia traumática o dañina puede variar de una persona a otra. Lo que puede ser devastador para un niño, otro niño podría experimentarlo como una contrariedad más fácil de superar. Factores como el temperamento individual, el apoyo emocional y el entorno en el que crece el niño pueden influir en cómo se enfrenta y se recupera de estas experiencias.
El mayor impacto negativo en la vida adulta
Las heridas de la infancia pueden manifestarse en forma de creencias negativas sobre nosotros mismos, sentimientos de inadecuación y falta de amor propio, todos los cuales son componentes fundamentales de nuestra autoestima y ocasionar vergüenza tóxica.
La vergüenza tóxica se refiere a un sentimiento persistente y profundo de ser inherentemente defectuoso, indigno o inadecuado. A diferencia de la vergüenza saludable, que es una respuesta emocional normal y adaptativa a ciertos comportamientos o acciones, la vergüenza tóxica implica una creencia arraigada de que uno mismo es fundamentalmente malo o insuficiente.
Cuando un adulto padece de vergüenza tóxica, puede experimentar una variedad de problemas en su vida, como dificultades en las relaciones interpersonales, miedo al rechazo, comportamientos autodestructivos y una tendencia a aislarse de los demás. La vergüenza tóxica también puede contribuir a la aparición de trastornos de salud mental, como depresión, ansiedad y trastornos de la alimentación.
Cómo ayudar y hablar con nuestro niño interior
Existen diversas estrategias para establecer una conexión con nuestro niño interior y fomentar su sanación. Algunas de ellas incluyen la terapia, el autoconocimiento o el perdón. Breve ejercicio para encontrarte con tu niño interior
Condiciones previas:
Busca una foto de tu niñez. Preferentemente, elige una que te recuerde un evento emotivo o una etapa importante de tu vida. Si no encuentras una por ahora, toma una hoja de papel y dibuja a tu niño interior como lo imagines. Intenta no hacer un dibujo simple de "palitos".
Mirando la foto, escribe un breve párrafo que describa lo siguiente:
¿Cómo se llama?
¿Cuántos años tiene?
¿Qué le gusta y qué no le gusta?
¿Qué nos cuente lo que quiera compartir sobre sí mismo?
Ahora, coloca ese texto junto a la foto o dibujo. Acomódalos frente a ti de manera que puedas verlos durante el resto del ejercicio. Ahí tienes a tu niño interior y un poco de su historia.
Hazte una pregunta ahora mismo:
"¿He sabido cuidar, amar, proteger y honrar adecuadamente a mi niño interior, escuchando y satisfaciendo sus necesidades?"
Si tu respuesta honesta es sí, puedes detener el ejercicio aquí. Sin embargo, si de alguna manera tu respuesta es "no", te invitamos a continuar con el proceso de sanación y conexión con tu niño interior...
Ejercicio:
Encuentra un lugar tranquilo y cómodo para sentarte o recostarte. Asegúrate de que no haya distracciones y de que te sientas seguro en este espacio. Tómate un momento para acomodarte y prepararte para esta experiencia de conexión profunda contigo mismo.
Comienza a enfocarte en tu respiración. Inspira profundamente, permitiendo que el aire fresco y revitalizante llene tus pulmones, y luego exhala lentamente, liberando tensiones y preocupaciones acumuladas en tu cuerpo. Continúa respirando de esta manera, y con cada inhalación y exhalación, permite que tu cuerpo y mente se relajen cada vez más.
Imagina que te encuentras en un bosque sereno, donde los árboles altos y robustos te protegen con su sombra y susurran palabras de consuelo. Este lugar es un espacio seguro y tranquilo que es solo tuyo, donde te sientes completamente a salvo y protegido.
A medida que te adentras en este espacio, observa cómo aparece ante ti un sendero cubierto de hojas caídas, iluminado por la luz del sol que se filtra a través del follaje. Comienza a caminar por este sendero, sintiendo cómo con cada paso, te sumerges más en la paz y la tranquilidad de este entorno especial.
A medida que sigues el sendero, llegas a un claro en el bosque bañado por una luz suave y cálida. En el centro del claro, ves un árbol robusto y protector, y de una de sus ramas cuelga un columpio.
Junto al columpio, descubres a un niño sentado en el suelo, abrazando sus rodillas. Reconoces a este niño como una parte esencial y vulnerable de ti mismo... sí, es tu niño o niña interior. Pero al verle puede parecer triste, herido o asustado.
Acércate cuidadosamente y siéntate junto al niño en el suelo. Comienza a entablar una conversación suave y reconfortante. Pregúntale: "¿Cómo estás?... ¿Qué necesitas de mí?... ¿Qué puedo hacer para ayudarte?..." Escucha sus preocupaciones, miedos y deseos con atención, ofreciendo palabras de consuelo y comprensión.
A medida que conversas, puedes notar que surgen recuerdos o emociones del pasado. Imagina que cada uno de estos recuerdos y emociones es como una mariposa que revolotea a tu alrededor. Permítete observar estas mariposas sin juzgarlas ni tratar de cambiarlas. Simplemente acéptalas como parte de tu historia y de la historia de este niño porque la diferencia es que ahora, tú estás a su lado.
Ahora mírale de frente y dile:
“He venido por ti porque ya no quiero dejarte en soledad. Quiero pedirte perdón porque te he descuidado, no he acudido a tu llamado y no he sabido ser para ti alguien presente y que atienda a tus necesidades.
Pero aquí estoy frente a ti, te miro, te reconozco, te amo y quiero pedirte que me permitas cuidarte, quererte y acompañarte de aquí en adelante. Quiero ser para ti un padre y también una madre y darte todo lo bueno que tú mereces, porque tú eres un niño; porque tú eres tú y ser tú está muy bien. Quiero que me dejes abrazarte, cuidarte, alimentarte y quererte sanamente. Quiero que te puedas sentir libre, feliz, acompañado, seguro y muy amado.
También quiero pedirte que me acompañes en mi proceso de encontrarme y ser feliz. Quiero que estés en mi vida para recordarme la alegría, la sorpresa y la risa, pero también la ternura y la paz que transmites al verte dormir. Quiero que caminemos juntos, que juguemos, que corramos y disfrutemos la vida. Yo prometo cuidarte, darte lo que necesites y siempre escuchar y atender tus necesidades. Porque yo soy tú y tú eres yo y juntos somos uno sólo y ahora tú estás en mí y
te miro, te siento y te quiero. Ahora podemos ser libres, ahora puedo ser yo, porque soy valioso, porque sé honrar a mi niño interior, porque me siento seguro y me siento amado”.
Ahora, extiende tus brazos e invita al niño a recibir un cálido y amoroso abrazo. Al abrazarlo, transmite seguridad, amor y protección, permitiendo que una energía sanadora fluya entre ambos.
Reflexiona sobre si deseas dejar al niño en este lugar seguro del bosque o integrarlo en un abrazo, haciéndote responsable de ser su protector, guía y quien nunca lo abandone o decepcione. Toma un momento para tomar esta decisión, pregúntale qué quiere y siente cómo tu corazón y el de él se llena de amor y comprensión...
Si decides llevar al niño contigo, permítete fusionarte con él en un abrazo amoroso y compasivo, integrándolo en tu ser. Si decide permanecer en este bosque seguro, asegúrate de expresarle tu amor y compromiso para regresar y visitarlo siempre que lo necesite.
Sea cual sea la decisión, agradece al niño por la oportunidad de conectar y sanar juntos. Agradece con amor y cariño, sabiendo que siempre puedes regresar a conexión para encontrarte con él y brindarle apoyo.
Mientras te alejas del claro, lleva contigo la promesa de cuidar y proteger a este niño que representa tu esencia más pura y vulnerable. Siente cómo esta conexión profunda y sanadora te llena de una sensación de paz y serenidad.
Comienza a regresar por el sendero cubierto de hojas, sintiendo cómo te reconectas con el presente y con tu vida adulta. Con cada paso, trae contigo la sabiduría y el amor que has compartido con el niño en este encuentro.
Cuando llegues al final del sendero, tómate un momento para agradecer al bosque por ofrecerte este espacio sagrado de encuentro y sanación. Luego, gradualmente, empieza a traer tu atención de vuelta al espacio donde te encuentras físicamente, tomando conciencia de tu cuerpo y de los sonidos a tu alrededor.
Cuando te sientas listo, abre los ojos y regresa al presente, llevando contigo la conexión sanadora que has establecido con el niño en tu interior y el compromiso de cuidar y proteger esa parte esencial de ti mismo.
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