¿Apegado a un trabajo tóxico? Qué es el síndrome de Estocolmo laboral y sus peligros
El síndrome de Estocolmo laboral ocurre cuando una persona desarrolla apego o justifica el abuso dentro del trabajo por miedo a perder su empleo o por una lealtad mal entendida, advierte el psicofisiólogo clínico y doctor en neurociencias de la conducta, Rodolfo Solís

Síndrome de Estocolmo laboral / AaronAmat
¿Alguna vez has sentido apego por un trabajo que te hace sufrir? El síndrome de Estocolmo laboral describe justo eso: cuando terminas justificando malos tratos, exceso de trabajo o ambientes tóxicos por miedo a perder tu empleo o por una lealtad mal entendida.
En entrevista con Martha Debayle, el psicofisiólogo clínico y doctor en neurociencias de la conducta, Rodolfo Solís, explicó que el síndrome de Estocolmo es una reacción psicológica que se da cuando una persona secuestrada comienza a sentir apego, comprensión o incluso cariño por su captor. En el entorno laboral, dijo, este fenómeno puede reproducirse sin necesidad de rejas ni armas.
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Una forma moderna de explotación emocional
Solís señaló que nos encontramos frente a una forma moderna del síndrome, que aparece cuando un trabajador desarrolla una lealtad emocional o devoción injustificada hacia una empresa que lo explota o lo desgasta, incluso cuando exige demasiado y devuelve poco.
El especialista precisó que el síndrome de Estocolmo laboral no es un diagnóstico clínico formal, sino una metáfora para describir un patrón de adaptación paradójica frente a entornos laborales abusivos o coercitivos. El trabajador desarrolla vínculos de justificación o identificación con su jefe, organización o cultura corporativa, a pesar de que esas relaciones generan daño psicológico o moral.
Cuando la relación laboral comienza a parecerse a una relación tóxica, el trabajador debe alejarse antes de comenzar a justificar exigencias excesivas, ritmos insostenibles y una cultura del sacrificio, advirtió Solís.
Señales de alarma
El especialista enumeró las señales que pueden indicar que una persona vive este tipo de vínculo laboral:
- Minimizar o negar abusos.
- Sentir culpa o vergüenza al pensar en renunciar.
- Hablar del jefe con mezcla de admiración y miedo.
- Miedo constante a decepcionar o ser despedido.
- Normalizar el estrés o el desgaste.
- Agotamiento emocional y pérdida de sentido.
- Creer que “sin este trabajo no vales”.
- Depender del reconocimiento del jefe para sentirte válido.
- Tener el cuerpo agotado, pero creer que “no puedes parar”.
- Sentir vacío o desconexión fuera del trabajo.
Solís advirtió que un lenguaje corporativo tóxico, como el clásico “aquí somos una gran familia”, puede ser una trampa emocional que disfraza el abuso con afecto. En ocasiones los elogios o reconocimientos sustituyen derechos y apagan el sentido crítico, generando dependencia emocional, señaló.
Cómo romper el vínculo y recuperar la autonomía
Para superar el síndrome de Estocolmo laboral, el especialista recomienda reconocer que la situación no está bien y tomar distancia para recuperar la lucidez. También propone replantear la idea de lealtad, reconectar con valores personales y comenzar con pequeños actos de autonomía.
El apoyo externo es fundamental para entender la situación y cuidar la mente y el cuerpo. Si una empresa te pide tiempo, energía e identidad, pero te devuelve estrés, ansiedad y culpa, eso no es gratitud: es dependencia emocional institucionalizada, concluyó Solís.
Aquí te presentamos un test para que descubran si tienen este síndrome o no:
Responde con la opción que más se acerque a tu realidad.
(A: casi nunca / B: a veces / C: casi siempre)
1. Cuando tu jefe te grita o te habla mal, ¿qué piensas?
A) “Qué falta de respeto.”
B) “Seguro tuvo un mal día.”
C) “Tiene razón, yo debí hacerlo mejor.”
2. ¿Sientes culpa si tomas vacaciones o un día libre?
A) No, me las gané.
B) Un poco, pero trato de disfrutarlo.
C) Sí, me siento mal por no estar “dando el 100%.”
3. Si tu trabajo te genera ansiedad o insomnio, ¿qué haces?
A) Busco ayuda o pienso en cambiar.
B) Lo aguanto, pero me quejo con mis amigos.
C) Me convenzo de que “todos estamos estresados, es normal.”
4. Cuando la empresa te exige más sin pagarte más, tú...
A) Pongo límites claros.
B) Lo hago por compromiso, pero con molestia.
C) Digo “claro, lo que necesiten”, mientras mi ojo izquierdo tiembla.
5. Si alguien critica a tu empresa o a tu jefe, ¿cómo reaccionas?
A) Escucho y tal vez hasta estoy de acuerdo.
B) Lo defiendo un poco, depende quién lo diga.
C) Me siento personalmente atacado: “¡No lo conoces como yo!”
6. Cuando piensas en renunciar, ¿qué te frena?
A) Quiero algo mejor, no miedo.
B) Me da ansiedad cambiar.
C) “No puedo dejarlos ahorita, me necesitan.”
7. ¿Qué sientes cuando recibes una crítica injusta?
A) La analizo y defiendo mi punto.
B) Me enojo, pero no digo nada.
C) Me disculpo aunque no sea mi culpa.
8. ¿Tienes miedo de perder tu trabajo, incluso si ya no te hace feliz?
A) No, la felicidad también es importante.
B) A veces, pero intento balancear.
C) Sí, prefiero aguantar que arriesgarme.
9. Si te ofrecen otro trabajo mejor pagado, pero tu jefe te dice “sin ti no somos nada”…
A) Le agradezco y me voy.
B) Lo pienso mucho.
C) Me quedo “por lealtad”.
10. ¿Cómo describirías tu relación con tu jefe o empresa?
A) Profesional.
B) Complicada, tipo amor-odio.
C) Casi familiar, aunque a veces duela.
Resultados
Mayoría A — Libre y consciente
Tienes los pies bien puestos. Sabes distinguir entre compromiso y sometimiento. No confundes exigencia con cariño ni maltrato con liderazgo. Probablemente inspires a otros a poner límites saludables.
Mayoría B — En riesgo de síndrome de Estocolmo laboral
Estás en la cuerda floja: sabes que algo no anda bien, pero te da miedo soltar. Tal vez racionalizas las injusticias o minimizas tus emociones para “no armar drama”. Necesitas reconectar con tu autoestima laboral y recordar que la lealtad no debe doler.
Mayoría C — Síndrome de Estocolmo laboral confirmado
Tu identidad laboral está tan fusionada con tu empresa que justificas comportamientos abusivos y hasta te sientes culpable por no sufrir más. No es debilidad: es mecanismo de defensa. Pero ojo, el trabajo no debe sentirse como una relación tóxica. Considera hablar con un psicólogo laboral o terapeuta, y recuerda: nadie merece sueldos emocionales.
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