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  • 14 SEP 2025, Actualizado 20:50

Hoy el afán por el progreso personal ha disminuido ¿por qué hemos perdido el deseo de leer?

No es la tecnología, es la apatía. Conoce por qué la falta de interés por la lectura está afectando nuestra capacidad de pensar críticamente y las implicaciones para el futuro

Hoy el afán por el progreso personal ha disminuido ¿por qué hemos perdido el deseo de leer?

La semana pasada en el portal The Economist se publicó un texto llamado ¿El declive de la lectura está haciendo que la política sea más tonta? Mismo que me hizo reflexionar en todos y cada uno de los puntos enumerados pues según el autor la caída de la lectura no es solo una moda, si no un problema cultural. Expertos y estudios señalan una preocupante disminución en la capacidad de concentración y la falta de interés por las narrativas complejas, un fenómeno con graves implicaciones para el pensamiento crítico y la cohesión social.

Un experimento reciente en dos universidades estadounidenses expuso una realidad preocupante: estudiantes de literatura, enfrentados a las primeras páginas de “Casa desolada” de Charles Dickens, se mostraron incapaces de comprender un texto del siglo XIX. Literalmente los confundió, las metáforas los desconcertaron y el vocabulario básico les conflictuó. El problema no era una falta de conocimiento literario, sino una alarmante deficiencia en la capacidad de lectura.

¿Se lee menos o se lee diferente?

Esta anécdota, aunque absurda, no es un caso aislado. Según el texto numerosos estudios en diversas regiones del mundo confirman una tendencia a la baja en los hábitos de lectura. Un informe publicado en la revista iScience revela que, en Estados Unidos, el número de personas que leen por placer ha caído un 40% en las últimas dos décadas. De manera similar, en el Reino Unido, una encuesta de YouGov encontró que el 40% de los británicos no leyó o escuchó ningún libro en 2024. Este descenso no se limita a un grupo demográfico específico; afecta a niños, adolescentes y adultos por igual.

Sin embargo, el cambio va más allá de la cantidad. La naturaleza de lo que leemos también se ha modificado. Un análisis de los bestsellers del New York Times muestra que las oraciones en libros populares se han acortado casi un tercio desde la década de 1930. Si la primera oración de la novela victoriana “Modern Painters” de John Ruskin tiene 153 palabras, el bestseller actual de no ficción, “The Let Them Theory” de Mel Robbins, comienza con una frase de solo 19 palabras. Esta simplificación del lenguaje sugiere una preferencia por la información digestible y rápida, en contraste con la prosa más densa y elaborada del pasado.

La tecnología es una excusa, no la razón

Es fácil culpar a los smartphones y a las redes sociales por esta disminución en la atención. Ciertamente, las distracciones digitales son omnipresentes, pero la pereza del lector no es un fenómeno nuevo. Los monjes del siglo IV ya se quedaban dormidos sobre sus libros después de la comida. La verdadera diferencia, argumentan los expertos, es la disminución del deseo de leer.

  • La pasión por el autoaprendizaje que caracterizó a las clases trabajadoras en la época victoriana, donde pastores y obreros ahorraban para comprar libros o creaban bibliotecas circulantes, parece haberse desvanecido.
  • A pesar de que los libros son más accesibles y asequibles que nunca, con títulos clásicos disponibles de forma gratuita, el entusiasmo por la lectura ha menguado.

La explicación más directa y cruda es que a la gente simplemente ya no le interesa. Profesores universitarios lamentan la creciente apatía de sus estudiantes y se ven obligados a reducir el material de lectura debido a la falta de disposición. Las encuestas a jóvenes confirman esta percepción, describiendo la lectura como algo “aburrido” y “una tarea”.

¿Por qué debería importarnos?

La disminución de la lectura es más que una simple curiosidad académica; tiene implicaciones significativas para la sociedad. La capacidad de entender textos complejos está intrínsecamente ligada al desarrollo del pensamiento crítico y la sofisticación política. Perder la habilidad de comprender la prosa matizada y llena de ideas complejas podría resultar en una menor capacidad para apreciar los matices y sostener ideas contradictorias.

La lectura también ha sido, históricamente, uno de los motores más poderosos de movilidad social. Es un acto democrático que solo requiere voluntad personal. Si se olvida que la lectura es, además de un esfuerzo, uno de los grandes placeres de la vida, el futuro podría sentirse, un poco más sombrío, de hecho, estoy casi seguro de que más de uno detrás de esta pantalla, ha empezado a ver la sombra del desinterés por la lectura. Está en nosotros alejar las pantallas y acercar un buen texto a los más jóvenes.

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