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  • 31 JUL 2025, Actualizado 21:58

Shooters, el mecanismo de la caída: Occidente se derrumba | Días Extraños

Occidente como fabrica de individuos triturados. Los shooters son el resultado de un tiempo donde la civilización occidental ha fracasado.

Boy shoots from a gun at a shooting range

Boy shoots from a gun at a shooting range / Elena Kalfa

El mecanismo de la caída se teje lento. Urde los engranes de a poco, guiados por las riendas de la más definitiva destrucción. Ahí donde los falsos seguidores, llamados a sí mismos dueños de la “tierra de dios”, alguna vez se convencieron de que bajo ese manto redentor florecería la nación más grande del mundo.

Aquella idea ya no solo es arcaica, sino siniestra forma de vida actual americana. A poco que puede, el sofismo ese de American way of life queda expuesto en la más profunda incertidumbre de sus seguidores. Puede que la estadística ya haya confirmado lo peor. La pólvora se riega entre espuma sanguinolenta después de cada tiroteo. Armas e infierno se vuelven eco alrededor del mundo.  

Leí que entre 2007 y 2013, los tiroteos activos promediaron 16.4 por año. A principios del siglo XXI, apenas y alcanzaron los 6.4. Metabolización de la violencia. La sombra crece volviendo a sus protagonistas figuras amorfas sobre ruinas donde hasta ellos mismos desconocen sus propias siluetas.

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Esa escalada de violencia es la norma, aunque digan lo contrario. No hay anomalías sino confrontación abierta en contra de una sociedad cansina. La retórica se agota y el discurso fundacional de Estados Unidos que ha permanecido como una narrativa hipnótica, ha perdido efectividad. Subyace, en la superficie del consumo, el mantra del capital.

Cada shooter comparte aflicciones. Los motivos son el resultado de una combinación de factores. Entre ellos, las guerras ganadas, y también las guerras perdidas. Héroes vanagloriados y enemigos derrotados. Aquí también se incluyen enemigos por declarar.

La mística del vencedor ha sido corroída por los intereses más fútiles. La vileza ha alcanzado su lugar dentro de una práctica cotidiana. Estaciones de tiro prepago son grotescos atractivos para turistas fanáticos del disparo. La cultura de las armas se extiende hasta los anaqueles de la cadena de Walmart, un supermercado que también vende lechugas, lácteos, entre otras cosas de uso cotidiano.

El FBI ha confirmado que solo una cuarta parte de los shooters tiene diagnóstico psiquiatrico oficial. Los demás, no están clínicamente enfermos. La ciencia los ha clasificado en traumatizados, psicóticos y psicópatas.

Más allá de la tipología, se eleva una verdad aún más corrosiva: el estrépito final. Esa necesidad existencial para ser recordado. Aspiración y ausencia en un mismo sitio. Formas aún más retorcidas de cómo los humanos de hoy conciben al mundo. No olvidar que detrás de cada suceso ominoso, queda un vómito sanguinolento en aulas de clase, plazas comerciales y oficinas.

Tedio metafísico de los tiempos modernos. Si un mundo carece de centro, lo que queda solo es superficie.

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En la piel de estos hombres yace una convicción silenciosa que se reproduce a su vez en la conducta de otros hombres como bucle infausto. Y de ahí, detrás de la sangre, las balas y el fuego, un mundo de supermercado, donde el consumo hace patente la necesidad de existir.

La estadística es brutal, 72 % de los shooters idearon planes suicidas. Nadie planeaba huir de la verdad, sino escapar del mundo. La masacre, pues, es el fin último, la fuga. El horror y el suspenso, la catarsis final: momento de ingravidez que solo ellos, y nadie más que ellos, conocen y que ya nadie podrá saberlo, pues la mayoría están muertos o en un estado silente al parecer hecho a perpetuidad.

Occidente como fabrica de individuos triturados. Los shooters son el resultado de un tiempo donde la civilización occidental ha fracasado. Hijos de un tiempo que desconoce el lenguaje como herramienta de edificación. Arrastran, pues,  sus propias ruinas a la espera de que alguien más que venga a reconstruirlas.

Children engaging in target practice game at an outdoor shooting range at fun fair.Shot with Nikon D850 / Imgorthand

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