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  • 27 OCT 2025, Actualizado 23:59

El alma detrás del Pan de Muerto: una tradición que sostiene a miles de familias mexicanas

Más que un alimento simbólico del Día de Muertos, el Pan de Muerto representa una cadena de valor que involucra a agricultores, panaderos y pequeñas empresas que mantienen viva una de las tradiciones más queridas del país

Pan de muerto

Pan de muerto / Larisa Blinova

Detrás de cada Pan de Muerto hay mucho más que azúcar, harina y mantequilla. Hay manos que amasan la memoria de un país, hornos que encienden su economía y una red de oficios que sostienen el corazón de nuestras celebraciones.Solo en México, esta tradición genera más de 530 mil empleos directos, conectando a agricultores, transportistas, panaderos y comerciantes en una de las cadenas productivas más dulces, y complejas, del año.

Pan de muerto / hayaship

El ritual del trabajo

Durante octubre, las panaderías del país se llenan de aromas que anuncian la llegada de los difuntos. En ese ambiente, el Consejo de la Comunicación, junto con la Cámara Nacional de la Industria Panificadora (CANAINPA) y la Panadería Tahona, organizó la experiencia “¿Sabes qué hay detrás del Pan de Muerto?”, una jornada donde se mostró que cada pieza horneada es el resultado de una comunidad que vive de esta tradición.

“Queremos que la gente entienda el valor que hay detrás de cada pan”, explicó Salvador Villalobos, presidente ejecutivo del Consejo, durante la presentación. “En estas fechas se impulsa el trabajo de miles de empresas, sobre todo Pymes, y de sectores que van desde la floricultura hasta la gastronomía”.

La tradición que alimenta la economía

El Día de Muertos no solo mueve emociones, también impulsa la economía nacional. Según la Secretaría de Desarrollo Económico, en 2024 esta celebración dejó una derrama económica de más de 13 mil millones de pesos en la Ciudad de México, mientras que la CANACO reportó cerca de 70 millones de pesos solo en la venta de flor de cempasúchil.Y en las calles, el impacto también se siente: destinos como Oaxaca, Pátzcuaro o San Miguel de Allende alcanzaron ocupaciones hoteleras superiores al 80%, reafirmando que el turismo cultural sigue siendo una fuerza viva en torno a nuestras tradiciones.

Un oficio con herencia

En México existen más de 54 mil panaderías, la mayoría pequeñas y familiares, donde la receta del pan se transmite de generación en generación. “El pan forma parte de nuestra identidad alimentaria”, recordó Julián Castañón, presidente de CANAINPA.El consumo anual per cápita ronda los 36 kilos, de los cuales el 19% pertenece al pan dulce, categoría donde el Pan de Muerto reina por derecho propio.

Su preparación, con forma circular y huesos de masa que simbolizan el ciclo de la vida, combina técnicas ancestrales con tecnología moderna. Es un ejemplo perfecto de cómo la tradición artesanal mexicana se adapta sin perder su esencia.

Pan, memoria y comunidad

Cada mordida de un Pan de Muerto encierra una historia de esfuerzo. Para muchas familias, es un símbolo de unión y trabajo colectivo. En los pueblos, los hornos se encienden toda la noche; en las ciudades, las panaderías abren antes del amanecer.Esa sincronía nacional hace posible que, año con año, millones de mexicanos encuentren en este pan no solo sabor, sino un recordatorio de que la vida y la muerte pueden convivir en armonía.

Más allá del altar

Este alimento es también un mapa cultural. Su receta varía según la región: en Michoacán, se elabora con anís y azúcar morena; en Oaxaca, se perfuma con ajonjolí; y en Puebla, se rellena de nata o crema pastelera.Estas diferencias son reflejo de la diversidad gastronómica del país, pero también de su creatividad. Lo que no cambia es el espíritu: rendir homenaje a quienes ya partieron a través de un gesto cotidiano, sencillo y profundamente humano.

Dato curioso

Pocos saben que México ocupa el cuarto lugar mundial en consumo de pan, solo detrás de Alemania, Estados Unidos y Francia. Sin embargo, es el único país donde el pan tiene un significado ritual vinculado directamente con la muerte y la celebración de los ancestros. Ese vínculo convierte al Pan de Muerto no solo en un alimento, sino en una metáfora viva del país que lo creó.

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