Cuando Alejandro González Iñárritu conoció a Gael García Bernal: el casting de Amores perros inició en W Radio
El director mexicano recuerda el encuentro fortuito que lo llevó a elegir al joven actor como rostro central de su ópera prima.

Alejandro y Gael, vía LA Times
Iñárritu recuerda el encuentro – WFM – una campaña sin presupuesto – aparece un joven Gael – el Alain Delon mexicano
A 25 años del estreno de Amores perros, película que marcó el precedente del nuevo cine mexicano, Alejandro González Iñárritu volvió a contar la historia de su reparto. Lo hizo durante una clase magistral en la Cineteca Nacional, como parte de la exposición Amor perro, inaugurada en el recinto artístico Lago Algo, en la Ciudad de México.
El director recordó el momento en que conoció a Gael García Bernal mucho antes de imaginarlo en pantalla encarnando a Octavio, ese personaje arquetípico que funciona como espejo moral de la Ciudad de México en Amores perros. No fue en un casting, sino en un improvisado set montado por WFM, más tarde W Radio, cadena donde trabajaba Alejandro a mediados de los noventa.

Alejandro González Iñárritu speaks on the Press Conference about 'Amores Perros' 25th Anniversary at Cineteca Nacional / Medios y Media
«Era una campaña rara, de cámara fija, con viñetas muy extrañas y sin presupuesto», dijo el director. En uno de esos anuncios, aparecía un joven Gael casi sin experiencia. Su tarea era mínima, sentarse bajo una cama, mirar una pared y guardar silencio.
La escena duraba apenas treinta segundos. «Se le mojaban los ojos de una forma maravillosa», recordó; «lo iluminamos con una luz lateral desde la ventana, y su rostro tenía una profundidad tremenda». Aquella imagen sería el punto de partida para Amores perros.
El filtro color azul del cuarto, una decisión casual en ese comercial, terminó siendo el mismo tono que usó años después en Amores perros. «Le quedaba perfecto a sus ojos violetas. Le decía a Rodrigo Prieto que este güey tenía cara de lobo, una belleza andrógina, como Alain Delon.»
Alejandro encuentra a su protagonista – antes de Hollywood, WFM – abandona la Ibero – playlist y radionovelas – laboratorio sonoro
Sin anticiparlo, Iñárritu había encontrado a su protagonista. «Le dije a Rodrigo: cuando haga una película, quiero trabajar con ese chavo», contó entre risas. Gael estudiaba actuación en Londres y sus padres eran actores, pero de eso nada sabía Alejandro para entonces.
Tiempo después, la unión de ambos sería inevitable. Aquel rostro adolescente se convirtió en Octavio, el personaje central de Amores perros. El resto es historia, una cinta que replanteó el realismo urbano, abrió camino al cine mexicano en el mundo, y selló el inicio de una colaboración decisiva entre dos figuras que cambiarían la narrativa del cine latinoamericano.

En el set de Amores perros Vía Instagram
Antes de Hollywood, Alejandro González Iñárritu consolidó su instinto narrativo en la radio mexicana, en un periodo donde definió su oído y su enfoque creativo. Entre 1985 y 1993, su paso por WFM, luego W Radio, en las instalaciones de lo que antes fue Televisa Radio, en Tlalpan 3000, fue un laboratorio de innovación. Allí, el joven locutor y productor transformó un espacio limitado en un epicentro de creatividad, articulando música, entrevistas y storytelling auditivo en secuencias que anticipaban la estructura cinematográfica de sus futuras películas.
Alejandro llegó a WFM con 22 años, después de abandonar la Universidad Iberoamericana. Sus playlists no eran simples selecciones de música, sino narrativas invisibles, arcos construidos con Pink Floyd, Santana o entrevistas con Robert Plant y Elton John, donde cada transición servía para generar un pulso dramático y un ritmo interno que sería trasladado más tarde al montaje de sus películas. Con colaboradores como Martín Hernández y Charo Fernández, desarrolló radionovelas, promos experimentales y segmentos que rompían con la rigidez del medio, construyendo un lenguaje sonoro que combinaba lo surreal con lo popular.
Tlalpan 3000 – campañas publicitarias – el ritmo y el sonido – el legado
Para 1988, con solo 25 años, Iñárritu dirigía la estación, posicionándola como la más escuchada del país y un referente de la radio juvenil y ecléctica. Desde Tlalpan 3000 no solo curó contenidos musicales, sino que diseñó campañas publicitarias para televisión, produjo transmisiones en vivo y consolidó un equipo creativo que luego migraría a cine y publicidad. Su salida en 1993 hacia Zeta Films y la dirección de proyectos cinematográficos fue una progresión natural. La radio le enseñó que la narración depende del ritmo, del sonido y de la construcción precisa de atmósferas, lecciones que se traducirían en el montaje de Amores perros, Birdman o The Revenant.
El legado de aquella etapa no reside únicamente en los ratings o en la popularidad de WFM, sino en la manera en que un medio limitado físicamente se convirtió en un laboratorio para ideas, sonido y estructura narrativa. En Tlalpan 3000 se gestaron alianzas y habilidades que trascendieron la radio y definieron la poética de Iñárritu en el cine contemporáneo, un puente entre la experimentación sonora ochentera y la narrativa global del siglo XXI.

Iñárritu





