Issey Miyake y la lección del “menos es más”: De Steve Jobs a Sticky M.A.
Miyake no diseñó en busca de tendencia, pero su influencia se filtró por la rendija menos esperada del siglo XXI.

Issey Miyake, cortesía
Issey Myake (Hiroshima 1938) no fue un diseñador de exhibición. No atendía los caprichos del ego. El oficio, mientras sea sincero, suele terminar en situaciones insólitas. La gente siempre espera grandes peripecias de sus ídolos, tramas imposibles. Artistas y héroes por igual están condenados al escrutinio público, y nunca reclamaron esa idolatría. Es aún más extraño y la cosa es más sencilla: la simplicidad como último escenario de la sofisticación.
La atención al diseño la concentraba debajo de la forma, en ese vínculo ancestral del cuerpo con el tejido. En sus primeros experimentos con telas plisadas se veía venir la arquitectura portátil de sus piezas, el proceso industrial que, aunque masivo no menos valorado, caracterizaría el trabajo de Issey Miyake años más tarde, en medio de una crisis postguerra que sacudía Japón, en tanto Occidente oteaba, expectante, aquel paraje de fortalezas quemadas.
Hiroshima símbolo del límite humano. La sensibilidad en los diseños de Miyake también son visión. Su ropa no comunica poder sino algo que no ha cambiado en la historia de la humanidad, la necesidad de vestir al cuerpo.
En los ochenta y noventa, cuando el lujo japonés se convertía en sinónimo de vanguardia, Miyake se mantuvo al margen del ruido. Mientras otros diseñadores se regodeaban en la teatralidad, él exploraba la función. Su colección “Pleats Please”, una serie de prendas plegadas mediante calor, marcó una ruptura. La ropa que no necesitaba plancharse, se movía con el cuerpo, no imponía, acompañaba. Era un manifiesto silencioso sobre la libertad en el vestir. La elegancia, en su universo, tenía más que ver con la lógica que con la ostentación.

Issey Miyake : Runway - Paris Fashion Week Womenswear Fall/Winter 1996-1997 / Victor VIRGILE
Luego vino Steve Jobs. El fundador de Apple buscaba lo mismo que Miyake había estado construyendo toda su vida, la simplicidad útil. Durante una visita a Japón, Jobs quedó impresionado con los uniformes diseñados por Miyake para los empleados de Sony. Le gustó tanto el concepto identitario, ese que relacionaba la cultura japonesa con la tecnología y funcionalidad, tan cercano a la idea que tenía Einstein de eliminar toda distracción que causara decidir qué ponerse cada mañana. Le pidió a Miyake diseñar un uniforme para Apple, pero el plan fracasó. Jobs, sin embargo, guardó para sí el concepto. En respuesta, el diseñador le envió varios cuellos de tortuga negros, de los cuales llegó a tener cientos. Ese suéter fue uniforme personal e insignia de lo que vendría después.
El resultado fue una de las imágenes más poderosas del siglo XXI, el hombre que cambió la relación del mundo con la tecnología, vestido siempre igual. Jeans Levi’s 501, tenis New Balance y un turtleneck de Issey Miyake. El mensaje no era moda, sino enfoque. Jobs comprendió que la ropa podía ser un código de economía mental. Su look se volvió símbolo de coherencia, de disciplina, de la filosofía de eliminar lo accesorio para concentrarse en lo esencial.
El suéter negro dejó de ser un simple uniforme personal y se convirtió en una declaración estética replicada en la cultura visual contemporánea. En el minimalismo de ciertos raperos y artistas visuales, en la neutralidad sobria que hoy domina el streetwear de lujo, hay rastros claros del pensamiento de Miyake y de la interpretación que Jobs hizo de él. La idea de que la ropa puede ser una herramienta de identidad y no un grito de consumo.

Chief Executive Officer of Apple, Steve Jobs attends a press conference on September 19, 2007 / Andreas Rentz
En los últimos años, esa conexión ha vuelto a aparecer en lugares inesperados. Sticky M.A., uno de los nombres más particulares del trap español, ha convertido la sobriedad en parte de su narrativa visual. Tonos planos, siluetas limpias, piezas que podrían pasar inadvertidas si no fuera por la actitud que las sostiene. Esa economía visual, ese “menos es más” reinterpretado por la cultura urbana, bebe directamente de la estética japonesa de los noventa y del legado de diseñadores como Miyake, Yohji Yamamoto o Rei Kawakubo. La diferencia es que ahora el gesto minimalista convive con la ironía del exceso, un artista puede vestirse de negro absoluto y, al mismo tiempo, llenar su letra de referencias a la ostentación.
Miyake no diseñó en busca de tendencia, pero su influencia se filtró por la rendija menos esperada del siglo XXI. De los laboratorios textiles de Tokio al escenario de un trapero madrileño, pasando por las keynotes de Cupertino, su huella es visible cada vez que alguien usa la ropa como lenguaje de intención.

Portrait de Issey Miyake en 2000 / Gianni GIANSANTI