Cartas, telegramas y llamadas: cómo los oyentes inventaron su propia voz en la XEW antes de la era digital
Los programas, concursos y cartas que transformaron a la emisora en un fenómeno cultural y mediático de México.

La radio en México
La invención del oyente
Aquel 18 de septiembre de 1930, cuando la XEW salió al aire desde el Cine Olimpia, nadie imaginó que un nuevo fenómeno mediático se gestaba entre los oyentes: la interacción. Una forma de vínculo entre público y artistas emergía en plena frecuencia de radio. “La Voz de América Latina desde México” no fue solo un canal de transmisión de música y discursos, fue el escenario donde se ensayó, casi a ciegas, la idea de participación colectiva.
Ya no era solo una voz en el micrófono, sino el eco que la audiencia estaba por devolverle.
El público y el espectáculo
La estación entendió rápido que no bastaba con transmitir, había que inventar un oyente participativo. La solución fue abrir las puertas de los studios y de de teatros como el Alameda. Allí entraba gente real, que aplaudía, y a su vez decidía el destino de los concursantes en programas como "La hora de los aficionados".
Ese gesto de asistencia presencial, como alquimia, transformó al oyente en elemento central del espectáculo. Ya no era solo quien escuchaba, sino que se había convertido en una forma de expresión, con cuerpo y volumen. Una voz entre miles de voces. El aplauso podía condenar o salvar a un principiante. Era, en cierto modo, la primera validación tangible dentro de un suceso mediático, lejos de encuestas de popularidad. Ni por asomo los likes virtuales.
Cartas al aire
Otra vía de participación fue el correo. Miles de cartas llegaban a la emisora con solicitudes de canciones, dedicatorias, arrebatadas confesiones y pequeños secretos. Al no existir la inmediatez, la espera de la lectura de tu carta se volvía acto de fe.
El programa infantil "Los cuentos del Tío Polito", iniciado en 1932, se volvió célebre porque incorporaba las cartas enviadas por niñas y niños. No eran simples mensajes, eran pruebas materiales de la existencia de un público infantil que deseaba hablarle a la radio, participar en el relato.

La radio en México
El oyente
Puede que la forma más intensa de interacción haya venido de parte de aquellos que aspiraban a entrar en la cabina no solo como oyentes, sino como protagonistas. La XEW organizaba audiciones y concursos para amateurs, desde cantantes, declamadores, hasta músicos que llegaban con la esperanza de volverse profesionales, acariciar algo de fama, por qué no.
De ese lugar salieron nombres que más tarde dominarían la música popular mexicana. Pero más allá de lo que vino después, el gesto inicial es lo relevante: cualquiera podía presentarse, probar suerte, exponerse al juicio del público y del jurado. En ese espacio se democratizaba, al menos simbólicamente, la posibilidad de tener voz en la radiofrecuencia.
La espera como forma de interacción
Es difícil plantearlo hoy en día. Estamos entrenados en la velocidad. Las canciones que pedimos suenan al instante. El comentario que pensamos aparece de inmediato en cualquier red social. La XEW proponía lo contrario. Una carta tardaba días en llegar, a veces semanas, en las peores, meses. Un concursante debía esperar para presentarse. El público hacía fila para entrar a los estudios.
Esa espera, que ahora parece ineficiencia, era en realidad el corazón de la experiencia. La lentitud convertía cada participación en un acto significativo. Quien se tomaba el tiempo de escribir, de asistir, de cantar, sabía que había algo en juego.
TAMBIEN PUEDES LEER: 95 años, 95 momentos de W Radio
Ensayo sobre el eco
Se podría pensar, y aquí la digresión es inevitable, que la XEW inventó la figura del oyente como coautor. No solo escuchaba, sino que ayudaba a construir el contenido. Hoy, cuando la participación digital es abundante pero ligera, quizá valdría la pena recordar ese pasado analógico donde la interacción exigía cuerpo, letra y paciencia.
La XEW mostró que la radio podía ser un espacio de encuentro, un ensayo colectivo donde el oyente no era sombra sino presencia. El eco, el aplauso, la carta, la audición como agente constructivo.
Tal vez por eso la XEW aún ahora conserva su mística, porque en ella, más que en ninguna otra emisora de su tiempo, el oyente dejó de ser invisible.

XEW, talentos