Ozzy Osbourne se despide: así fue su último concierto en Birmingham | VIDEO
En Villa Park, frente a 45 mil personas, Black Sabbath cerró su historia donde la empezó: cuatro canciones, una ciudad y un final sin regreso.

Ozzy Osbourne en su ultimo concierto en Birmingham
El 5 de julio de 2025, Birmingham fue el punto final de una historia que empezó hace más de medio siglo. Villa Park, rebosante con cerca de 45 mil personas, se convirtió en una especie de altar de hierro donde Black Sabbath, los cuatro originales, cerraron el círculo mágico.
El acontecimiento tuvo nombre, Back to the Beginning. Aquello no fue un festival más, sino una coreografía perfectamente montada entre varias generaciones, egos heridos, enfermedades y una carga simbólica brutal. No era el primer adiós, desde luego, pero sí el definitivo. Los cuerpos cansados, el tiempo había hecho lo suyo, la edad no da para más.
En el primer acto, Ozzy apareció solo, sentado en un trono negro. Parkinson avanzado, mirada cancina, pero voz casi intacta. Abrió con “I Don’t Know” y luego se fue a lo más: “Mr. Crowley”, “Suicide Solution”, “Crazy Train”, “Mama, I’m Coming Home”. Cinco canciones, con Zakk Wylde a su lado, y una especie de despedida íntima frente a miles. No hubo lágrimas, pero sí algo como un silencio incómodo entre canción y canción. La audiencia entendía que eso no era un show cualquiera, sino La Despedida.
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Luego, ya sin anuncio formal, Iommi, Butler y Ward entraron en el juego. Los cuatro juntos otra vez, por primera vez desde 2005. Ward, fuera por dos décadas, volvió solo para esto. No hubo sorpresas en el setlist: “War Pigs”, “N.I.B.”, “Iron Man” y “Paranoid”. Cuatro temas. Cuarenta minutos. Riffs engrasados, lentos, sin prisa. El sonido de una máquina vieja que apenas gira, expuestas ya las costuras de lo que algún día fueron. El cierre, cuentan las crónicas de The Sun y The San Francisco Chronicle, lo instauró “Paranoid”. Y ya no tenía la urgencia juvenil que un día tuvo, fiero y hermoso. Quedaba la cadencia y la entrega definitiva. Se ha cerrado un ciclo que muere en su punto de origen.
Medios independientes como Rock Flesh o Uncut, lo pintaron como la mayor noche en la historia del metal. Algunos lo vendieron como una misa multitudinaria, otros como una velada bíblica. Otros lo reseñan de forma más sobria: fue un concierto técnicamente impecable, emocionalmente potente, y físicamente agotador para quienes lo protagonizaron. Ozzy no caminó en todo el show. Ward se vio limitado. Iommi fue el que más soltura mantuvo. Efectivamente, el peso simbólico estaba por encima del virtuosismo.
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Otra cosa fue el cartel: Tool, Metallica, Slayer, Pantera, Lamb of God, Guns N’ Roses, Anthrax, Steven Tyler, Ronnie Wood, y hasta Gojira montando un número con ópera. Más de 60 mil personas pasaron por ahí durante el día. Todos sabían que aquello no volvería a repetirse.
Sitios especializados como The Metal Circus, no dejaron de lado la crítica al sistema, los precios oscilaron entre £197 y £834 en venta oficial, con revendedores alcanzando cifras de hasta £2,900. Quejas masivas, discusiones en foros y en Reddit sobre lo elitista del acceso, y el eterno debate de si los grandes cierres deberían ser para todos o solo para los que pueden pagarlo. La producción tampoco fue generosa con las cámaras, aunque hubo transmisión en streaming, el ángulo estuvo centrado en Ozzy casi todo el tiempo
La recaudación fue destinada a causas específicas, como el Cure Parkinson’s, Birmingham Children’s Hospital y Acorn Children’s Hospice, cerrando también el ciclo con un gesto de regreso a su comunidad.
No habrá más Black Sabbath, murió en casa, cual salmón. Cuatro viejos tocan las canciones por última vez. Un cierre digno.