92 años de Cormac McCarthy, el enigma
A noventa y dos años de su nacimiento, Cormac McCarthy permanece como uno de los grandes enigmas de la literatura estadounidense: escribió fuera del sistema, vivió al margen y dejó una obra que empuja los límites del lenguaje, la violencia y la condición humana.

Cormac McCarthy posa desde su automóvil, The New Yorker
El enigma McCarthy
No dio entrevistas, los premios no le interesaron. No se prodigaba en círculos literarios ni firmaba ejemplares. Vivía aislado, escribía en silencio. Dejaba que sus novelas dijeran lo que hubiera acaso qué decir de él. Cormac McCarthy fue un escritor carente de marketing. Odiaba la presencia en los medios. Repudió las concesiones al gusto comercial. Y sin embargo, su obra trastocó los cimientos de la narrativa estadounidense contemporánea. Pocos autores llevaron el lenguaje tan lejos. Cormac puso a prueba al lector con tal rigor moral, qué duda cabe. En su estela quedaron la violencia sin redención, la frontera como ruina y un estilo que parecía dictado desde otra época.
El origen: sangre celta, tierras del sur
Nació como Charles Joseph McCarthy Jr. el 20 de julio de 1933 en Providence, Rhode Island, en el seno de una familia católica de origen irlandés. Su padre era abogado y en 1937 la familia se mudó a Knoxville, Tennessee, donde pasó su infancia. Luego, decidió abandonar su nombre de pila, y nombrarse a sí mismo “Cormac”. Intrigante disfraz. A veces lo que uno se inventa es más real que lo que a uno le pasa. Tomó el nombre de una leyenda celta, el Rey Cormac mac Airt de la sede Real de Irlanda. El gesto contenía algo fundacional: una renuncia al ciudadano común, una declaración de intenciones literaria. Lo celta, lo remoto, lo antiguo, empezaría a operar como resonancia profunda.
Años de sombra: el escritor sin lectores
La Universidad fue breve en Tennessee. Después vino la Fuerza Aérea. Sirvió en Alaska, y más tarde una ida y vuelta a los estudios y nuevamente los volvió a dejar. La escritura se instaló como eje y sin retribución visible. Su primera novela, The Orchard Keeper (1965), lo hizo acreedor al William Faulkner Foundation Award, aunque sin impacto comercial. Luego vinieron Outer Dark (1968), Child of God (1973) y Suttree (1979). Todas se publicaron sin ruido, aunque mostraban ya una voz definida, esa oscuridad moral, el lenguaje afilado. Personajes al borde de la degradación y escenarios sureños corroídos por el abandono. La influencia de Faulkner era palpable, pero McCarthy no imitaba. Buscaba explorar la descomposición completa de cualquier mito redentor.
La frontera como abismo y revelación
En 1985 publicó Blood Meridian, una novela ambientada en la frontera entre EE.UU. y México, protagonizada por un joven sin nombre y por el Juez Holden, personaje que encarna la violencia absoluta, sin sentido ni justificación. Aparece también Glanton, personaje histórico que McCarthy se encarga de reescribir de manera magistral. Glanton se convierte en un ser oscuro y malvado, también el más conspicuo, brillante pero aterrador.
Aquí el lenguaje se alargó hasta alcanzar una cadencia bíblica. «Está escrito en total poesía», me dijo mi amigo, el escritor mexicano, Jesús Navarrete Lezama, que dicho sea de paso, agradezco sinceramente haberme inducido en la mística de Cormac. Las descripciones se volvieron hipnóticas y el español comenzó a insertarse sin traducir, como parte de una realidad bilingüe que se asume, no se interpreta. La novela fue ignorada por el mercado pero pronto se volvió objeto de culto. Hoy es una de las obras fundamentales del siglo XX. En ella, la frontera no es límite sino abismo.
El renacimiento: cuando todo cambió
En 1992, a sus casi 60 años, McCarthy publicó All the Pretty Horses. Por primera vez tuvo ventas significativas. Ganó el National Book Award y el National Book Critics Circle Award. La novela inauguró la llamada “Trilogía de la frontera”, completada con The Crossing (1994) y Cities of the Plain (1998). Los protagonistas son jóvenes vaqueros que cabalgan entre la nostalgia y el desencanto. Se habla mucho, pero no se explica nada. La frontera sigue allí, ahora como pérdida.
Del silencio al eco en Hollywood
En 2005 aparece No Country for Old Men. McCarthy la concibe como novela y guion a la vez. Los hermanos Coen la adaptaron al cine en 2007, llevándose sendos premios: cuatro Óscar, incluyendo Mejor Película. En 2006, McCarthy publica The Road, una narración posapocalíptica entre un padre y su hijo. Con ella, gana el Premio Pulitzer y el James Tait Black Memorial Prize. La adaptación cinematográfica llegaría en 2009 con Viggo Mortensen como protagonista.
El final filosófico: ciencia, muerte y lenguaje
En 2022, tras 16 años de silencio, McCarthy publica The Passenger y Stella Maris, dos novelas interconectadas que giran en torno al duelo, la matemática, la física cuántica, la culpa y el lenguaje como trampa. El lenguaje técnico se mezcla con la filosofía y el dolor personal. Ya no hay viajes ni pistolas. Sólo pensamiento, memoria, locura. Es el cierre de una obra que comenzó entre la tierra y el fango, y termina mirando a la materia y al vacío.
Lo que dijo Eduardo Lago: la belleza brutal
Eduardo Lago (Babelia) consideró que con McCarthy se cierra una era de la narrativa americana. Lo comparó con Faulkner, pero reconoció una voz propia, acaso menos barroca, más seca, pero igual de implacable. Destacó Blood Meridian como su obra mayor. Observó que, a pesar de la violencia constante, la obra de McCarthy no es nihilista, sino animada por una forma de búsqueda, aunque sin garantía de hallazgo. Su estética, dijo, es la de una “belleza brutal”. Subrayó también que el éxito le llegó tarde, cuando ya había escrito lo esencial. Nunca buscó fama ni pertenencia. Fue ajeno a su tiempo.
El legado de un salvaje bíblico
Cormac McCarthy murió en 2023, a los 89 años. Deja una obra que abarca el gótico sureño, el western, el apocalipsis y la novela filosófica, sin pertenecer del todo a ningún género. Su estilo es reconocible de inmediato, de frases largas, puntuación elíptica, oraciones que reptan hasta volverse sentencia. Fue traducido, filmado, premiado. Pero más allá de eso, redefinió el espacio narrativo de la violencia, el paisaje y la culpa. En sus novelas no hay redención, pero hay verdad. A veces escuece. A veces quema. Pero está ahí, como en la escritura que no pide permiso ni perdón.
En McCarthy tanto su obra como la prosa que la compone se reduce a hombre, camino y miedo. Y en ese vacío, por horrendo que parezca, yace un lazo inseparable.

Cormac McCarthy (Penguin Random House)