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  • 22 JUL 2025, Actualizado 17:03

Un bautismo en el abismo, un pisotón de Rick Owens en la cara: presenta su más reciente muestra “Temple of Love” en el Palais Galliera de París

Ojos de alma demoniaca, ritual ocultista, bautismo en el abismo con Beuys, Moreau y Parrino.

SS19 BABEL MEN'S FITTING PALAIS BOURBON PARIS, 19 JUNE 2018OWENSCORP

SS19 BABEL MEN'S FITTING PALAIS BOURBON PARIS, 19 JUNE 2018 OWENSCORP

Rick Owens montó un incendio en el templo. No busca salvación, precisamente. No se lavan los pecados, no así quemar todo hasta las cenizas. “Temple of Love”, su nueva muestra que se inauguró el 28 de junio de 2025 en el Palais Galliera (París), es algo así como un bautismo en el abismo, un descenso. El agua que pisan sus modelos no purifica; es un lago de aguas aún más siniestras.

Los ojos de esas figuras no tienen nada humano. Demonios, fieros, como si llevaran dentro antiguos ritos ocultos, sacrificios silenciosos. Owens no esconde su devoción por la oscuridad, sus motivaciones ocultistas. En su obra también integra el talento de Joseph Beuys, de Gustav Moreau, de Steven Parrino. Habla de símbolos que no son adornos sino llaves para abrir puertas que no se ven. La pasarela es un altar. Cada paso, un conjuro. Cada gota de agua, una maldición consagrada.

Esto no es un desfile, es un teatro de la crueldad donde cada figura encarna un fragmento de peste emocional. Sus trajes parecen cápsulas selladas con veneno que no mata de inmediato, pero corroe con paciencia. Owens no diseña prendas: compone fábulas de carne y escombro, un repertorio de flagelos íntimos. Sus modelos avanzan como si arrastraran ataúdes invisibles, portadores de un germen que ninguna civilización puede erradicar.

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Algunas siluetas recuerdan los médicos de la Peste Negra, pero sin máscaras que filtren el espanto. La tela es un sudario consciente de su propia podredumbre. Cada costura parece un injerto extraído del Gabinete del Doctor Caligari: ángulos imposibles, sombras que reptan en silencio, un claroscuro que convierte los cuerpos en epitafios móviles. Todo está dispuesto para que el espectador se reconozca en ese colapso sin remedio.

Michelle Lamy camina con él en esa procesión de sombras. No es musa, es cómplice, sombra gemela, la voz sin voz que sostiene el colapso. Sin ella, Owens no sería ese animal que repta en la noche incierta. Heraldo de la ruina y la decadencia que despliega arte brutal con menuda libertad. Ella le da la fuerza para no retroceder, para que el fuego siga quemando.

El Palais Galliera se transforma en un altar profanado, un espacio helado donde las piezas son reliquias de una civilización que cae. Armaduras negras, muebles que parecen trozos de escombros, fragmentos de un mundo que se derrumba de forma inevitable como la realidad misma. Cada silueta recuerda el desgaste, la muerte que ronda diario. Tras la espalda nos persiguen sombras, también tenemos dos alas y dos puñaladas; en el corazón espinas que no puedes sacarlas, diría el trapero español, y, dicho sea de paso, entusiasta recalcitrante de las creaciones de Owens, Sticky M.A.

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Este es el rito de la caída, un bautismo en el abismo de oscuridad infinita. Owens no ofrece luz ni camino, solo la certeza de que todo termina y que la única manera de seguir es arder hasta el último aliento.

No es un desfile. Es un exorcismo público. Un incendio que consume el templo de la vanidad y la esperanza. Rick Owens no hace moda, sino acaso algo más cercano a un ritual maldito de piezas hechas con sombras y armaduras. Los Ojos demoniacos.

RIZZOLI RICK OWENS TEMPLE OF LOVE BOOK COVER ©OWENSCORP

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