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  • 06 JUL 2025, Actualizado 13:08

Mexicana de Aviación, la derrota, el golpe neoliberal y la ruina de la aviación nacional: una introducción

La historia de Mexicana de Aviación: cómo una de las aerolíneas más importantes de América Latina fue llevada a la quiebra por abandono político, y hoy intenta resurgir como empresa estatal bajo control militar.

Mexicana De Aviación Receives Its First Embraer E195-E2 Aircraft

Mexicana De Aviación Receives Its First Embraer E195-E2 Aircraft / NurPhoto

Mexicana de Aviación es un recuerdo distante. Una aerolínea nacional acaso extinta, que asoma la cabeza para tomar aire. La memoria de otro tiempo, un México que ya no existe.

En ese otro tiempo fue algo más profundo. Fue la línea aérea que articuló la conectividad moderna de México. Nació en 1921, cuando el país resurgía lentamente de la ruina que dejó la Revolución, ese embate que empujaba a reorganizarlo todo. En un territorio que apenas comenzaba a levantarse, Mexicana se volvió un portentoso símbolo de progreso.

Pionera de rutas a Los Ángeles, la flota más robusta de América Latina. Su historia concentró noventa años de ambición industrial, pero también orgullo nacional, la dignidad restaurada de un país.

Durante décadas, Mexicana fue la puerta de entrada y salida de un país en expansión. Sus Boeing 727, sus DC-10, sus rutas hacia el Caribe, Estados Unidos y Centroamérica, la ubicaron en el corazón de la clase media que podía costearse un vuelo. Su capacidad, su potencia. Su excelencia.

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A finales de los noventa transportaba millones de pasajeros cada año, sostenida por un engranaje complejo que había sabido resistir los males de su tiempo: crisis petroleras, devaluaciones, reestructuras. Pero esa fuerza no le daría para enfrentar la entrada de un nuevo sistema de administración pública, el golpe neoliberal. Acabaría rendida ante la derrota más silenciosa de todas, el abandono político.

El desgaste

En los 80 el Estado tuvo que nacionalizarla para rescatarla de deudas. En los 90 se privatizó de nuevo. Cada etapa limó recursos, acumuló pasivos, alimentó un gremio sindical receloso y un aparato directivo cada vez menos eficiente. La aerolínea se volvió una pieza política que nadie quiso reformar de fondo.

La administración panista de Felipe Calderón recibió a Mexicana al borde de un desequilibrio operativo. Los sindicatos pedían rescate. Los acreedores reclamaban liquidez inmediata. El gobierno prefirió mirar hacia otro lado. Entre 2006 y 2010, se multiplicaron las advertencias, deuda impagable, pasivos laborales, rutas deficitarias, aviones arrendados con sobrecostos.

Calderón y su gabinete económico eligieron la omisión como método. Mientras se destinaban recursos públicos a la fracasada “guerra contra el narco”, Mexicana quedaba a expensas de un mercado que ya no le perdonaba retrasos financieros. La presión sindical creció. La capacidad de crédito se extinguió.

Llegó agosto de 2010. La aerolínea anunció la suspensión definitiva de operaciones. El vuelo MX886 a Toronto fue el último. La poca gloria que aún quedaba de Mexicana llegaba a su fin. De a poco había sido mermada, vilipendiada, ninguneada. 8 mil seiscientos trabajadores se quedaron sin ingresos. Decenas de rutas quedaron vacías. La caída no fue súbita, sino un derrumbe anunciado. El final, no por esperado, fue menos doloroso.

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La dimensión de la pérdida

Mexicana era la empresa más antigua del país. También un engranaje estratégico bastante efectivo, el 30% de la aviación doméstica. Con su derrota, el ecosistema aeroportuario se desordenó. Se dispararon las tarifas, las conexiones se desintegraron. Ese vacío era acechado por aerolíneas de bajo costo, que aguardaban la carroña de las viejas rutas, casi girando en círculos sobre la ruina que yacía abajo. Efectivamente, se hicieron con el botín, pero carecían del oficio y la escala de operación.

Por años, el litigio sobre sus activos se prolongó en tribunales. La marca, los slots, los derechos de ruta quedaron en conflicto abierto.  Cada intento de rescate privado fracasó entre deudas impagables y la indiferencia total del Estado. La administración panista se aferró a la idea de que Mexicana debía salvarse sola. Esa vieja costumbre de la ralea conservadora: frente a la derrota y la amenaza, lavarse las manos y soltar un cobarde ‘sálvese quien pueda’. ¿El resultado? La liquidación más costosa en la historia del sector aéreo mexicano.

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El intento de resurgir

La quiebra se formalizó en 2014. Por un tiempo, Mexicana sobrevivió solo como un recuerdo y una interminable seguidilla de juicios. Hubo ofertas de grupos privados, inversionistas extranjeros, sindicatos. Ninguna prosperó. El gobierno priista tampoco intervino con soluciones estructurales.

Fue hasta 2023 que la administración de López Obrador decidió reactivar la marca. La compró, la transfirió a la Secretaría de la Defensa Nacional y creó una aerolínea estatal que retomó el nombre: Mexicana de Aviación. Su operación empezó en diciembre de ese año con rutas limitadas y un puñado de aviones rentados.

El proyecto estatal ha enfrentado cancelaciones, problemas de flota y una competencia feroz. No es la Mexicana de antes. Es otra cosa: un experimento que busca ocupar un espacio simbólico y funcional que se perdió hace quince años.

El saldo

La historia de Mexicana de Aviación retrata la capacidad del Estado mexicano para soltar la cuerda cuando más falta hacía sostenerla. En su mejor momento, Mexicana fue la columna vertebral de la aviación nacional. En su peor momento, fue un testimonio de negligencia política y falta de visión industrial.

El gobierno de Calderón prefirió la inacción, convencido de que el mercado encontraría soluciones. No las encontró. La caída de Mexicana desnudó la fragilidad de una industria que se creía indestructible. La inercia mató a la empresa más antigua de México.

Hoy Mexicana regresa como aerolínea estatal. Su nombre conserva un peso histórico difícil de borrar. Pero su resurgimiento no es la prolongación natural de lo que fue. Es una respuesta política a un vacío que se abrió cuando el poder público decidió apartarse.

Mexicana cayó porque nadie quiso hacerse responsable. Renace porque el gobierno entendió, tarde, que un país que no cuida sus instituciones productivas termina pagándolo caro. La lección permanece. Si no se aprende, volverá a repetirse.

Mexicana De Aviación Receives Its First Embraer E195-E2 Aircraft / NurPhoto

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