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  • 13 JUN 2025, Actualizado 20:04

¿Quién nombra a los huracanes y por qué importa tanto?

El objetivo no es estético ni anecdótico. Tampoco es ocurrencia.

Hurricane Irma

Hurricane Irma / Warren Faidley

Cuando se anuncia la formación de una tormenta tropical, lo primero es nombrarle: “Huracán Alberto”, “Tormenta Tropical Beryl”. Estos nombres, que acaban grabados en la memoria colectiva, no se eligen al azar.

Detrás de cada denominación hay un sistema organizado y preciso, coordinado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM). El objetivo no es estético ni anecdótico. Tampoco es ocurrencia. Nombrar a los huracanes es una medida clave para comunicar con claridad, actuar con rapidez y preservar la memoria de los eventos más destructivos.

El sistema de nombres: ¿quién los asigna?

La tarea recae en los comités regionales de la OMM, en conjunto con agencias meteorológicas nacionales. En la región del Atlántico y el Pacífico Nororiental, el trabajo lo encabeza el Centro Nacional de Huracanes (NHC) con sede en Miami. Las listas de nombres son preestablecidas y rotatorias, y se reutilizan cada seis años.

Estas listas alternan nombres masculinos y femeninos, organizados en orden alfabético. En el caso del Atlántico, los nombres se seleccionan para que sean fácilmente reconocibles en inglés, francés y español, reflejando la diversidad lingüística de los países que pueden verse afectados.

El sistema no solo ordena el fenómeno, evita el caos. De otra manera, referirse a cada suceso por sus coordenadas técnicas y nivel de destrucción sería poco práctico. Por el contrario, un nombre claro facilita la difusión, otorga un margen de tiempo efectivo a las autoridades, y previene a la población.

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Nombres que se retiran, recuerdos que permanecen

No todos los nombres vuelven a usarse. Cuando un huracán arrastra vidas humanas, deja ciudades enteras devastadas o marca a una región por generaciones, su nombre se retira de manera definitiva.

A saber, que casos como Katrina (2005) en Estados Unidos, Mitch (1998) en Centroamérica u Otis (2023) en México, no se repetirán jamás. La OMM los reemplaza por otros similares, pero esos nombres se convierten en parte de la historia.

Retirar un nombre no solo es simbólico. Es un gesto de respeto a las víctimas, una medida para evitar confusión en futuros eventos y una forma de reconocer la magnitud del impacto social que puede causar un fenómeno natural.

Una herramienta de vida o muerte

Nombrar a un huracán tiene una implicación global, estratégica, una forma de comunicación instintiva, acaso básica, pero no por ello menos eficiente. Como en muchos otros ejemplos, una comunicación efectiva salva vidas.

Cuando un ciclón lleva nombre, no es un simple trámite meteorológico. Es un mensaje urgente: prepárate, infórmate, actúa.

Hurricane Irma / Warren Faidley

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