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  • 06 JUN 2025, Actualizado 10:39

El alcoholismo también deja huellas en los hijos

En el programa Martha Debayle en W, tres mujeres rompieron el silencio y compartieron su experiencia como hijas de padres alcohólicos.

El alcoholismo también deja huellas en los hijos

El alcoholismo también deja huellas en los hijos

Cristina, hija de una madre alcohólica: una historia de dolor, amor y resiliencia

En el programa Martha Debayle en W, tres mujeres rompieron el silencio y compartieron su experiencia como hijas de padres alcohólicos. Esta es la historia de Cristina.

El alcoholismo también deja huellas en los hijos

En uno de los episodios más conmovedores del programa Martha Debayle en W, se abordó un tema que rara vez se visibiliza: el impacto del alcoholismo en los hijos. Tres mujeres rompieron el silencio y compartieron su experiencia como hijas de padres alcohólicos; Priscila, Mónica y Cristina, tres mujeres fuertes y resilientes, compartieron sus historias como hijas y sobrevivientes de padres alcohólicos. Entre ellas, la historia de Cristina resonó por su crudeza, profundidad emocional y la lección de vida que conlleva.

Cristina creció sin padre, al cuidado de su madre y su abuela. Desde pequeña observó cómo las reuniones familiares se acompañaban de alcohol, sin identificar que, con el tiempo, su madre desarrollaría una dependencia alcohólica severa. El detonante fue la muerte de su abuela, seguida por la pérdida de una tía. Estos eventos marcaron profundamente a su madre, sumiéndola en una depresión crónica que desembocó en una enfermedad adictiva.

La confesión que cambió su vida

Todo cambió cuando, un día cualquiera, su madre rompió en llanto frente a ella y su pareja. “Ayúdenme, ya no puedo más, soy alcohólica”, les dijo. Fue una confesión devastadora. Cristina, de apenas 20 años, no sabía qué hacer ni cómo manejar esa realidad. A pesar de llevarla a grupos de AA, su madre se dejó llevar por la enfermedad. El alcohol se convirtió en parte de la rutina diaria: botellas escondidas, llamadas borracha desde temprano, aislamiento. Cristina vivía en una constante angustia y rabia, convertida prematuramente en madre de su propia madre.

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La tragedia: Cuando el alcoholismo termina en muerte

Seis años después, Cristina recibió la señal más dolorosa. Un fin de semana, tras un presentimiento inquietante, regresó a casa solo para encontrar a su madre sin vida. Ella misma la descubrió en su cama, ya sin signos vitales. “Estaba helada”, recuerda. El diagnóstico fue un paro respiratorio tras el consumo de alcohol y pastillas.

El dolor fue inmenso. Cristina tuvo que enfrentar el proceso de duelo sola, sin el sostén de una figura materna. “Fue lo más fuerte que he vivido en mi vida”, confiesa. Sin embargo, desde esa pérdida, emprendió un camino de reconstrucción personal, apoyada en terapia y en el impulso de sanar para romper el ciclo.

Hablar para sanar

El testimonio de Cristina es un recordatorio de que el alcoholismo es una enfermedad familiar, no solo individual. Afecta profundamente a los hijos, que muchas veces cargan con la culpa, la confusión y el abandono emocional. Compartir estas historias en espacios como Martha Debayle en W no solo ayuda a visibilizar una problemática silenciosa, sino que también puede salvar vidas.

Historias como la de Cristina ponen sobre la mesa temas urgentes como la salud mental, la codependencia, el duelo no resuelto y la necesidad de redes de apoyo. Y sobre todo, nos recuerdan que, incluso en medio del dolor, la resiliencia es posible.

El alcoholismo también deja huellas en los hijos / Robert Essel NYC

“Crecí con una madre alcohólica”: el testimonio de Cristina que conmovió a Martha Debayle en W

Hablar de lo que sucede dentro de una familia marcada por el alcoholismo no es sencillo, pero Cristina lo hizo en el programa de Martha Debayle en W con una valentía que dejó huella. Su historia es un recorrido por el dolor, el abandono, la sanación y el crecimiento personal, que solo pudo lograr tras más de 20 años en terapia y psicoanálisis.

El vacío que deja una madre alcohólica

Cristina compartió que su madre murió hace 23 años. “Yo le decía: el día que tú te mueras, yo me muero contigo”, relató entre lágrimas. Pero no fue solo la ausencia lo que dolió, sino la forma en la que se fue: una sobredosis voluntaria. “Me dolió que me abandonara, que abandonara el todo”, expresó.

Ese acto dejó una herida profunda, una constante sensación de no ser suficiente, que derivó en inseguridades, miedos y una necesidad de perfección que intentaba compensar la falta de amor materno.

Alcoholismo y evasión: repetir patrones familiares

Cristina también se enfrentó a su propio espejo. En sus veintes, el alcohol fue una forma de evadir su realidad. “Tomaba muchísimo, era la reina de la fiesta”, confesó. Con el tiempo entendió que se estaba repitiendo el ciclo que tanto dolor le había causado.

Su proceso de sanación vino con un cambio radical de vida. A los 40 años, dejó las fiestas, se volcó al ejercicio y, eventualmente, dejó de beber. Hoy, a sus 48 años, lleva seis meses sin tomar, con conciencia, sin miedo y sin culpa. “Perdoné al alcohol, perdoné a mi madre y me perdoné a mí“, dijo con voz firme.

El vacío que deja una madre alcohólica / Photographer, Basak Gurbuz Derma

Priscila: crecer con un padre alcohólico y violento

También estuvo en cabina Priscila, hermana mayor de dos varones e hija de un padre alcohólico y adicto. Desde los 3 años vivió episodios de violencia, gritos, mudanzas constantes y abandono emocional. A los 6, lo vio inyectarse heroína por primera vez. “Me sentaron y me dijeron: tu papá es alcohólico”, recordó.

Priscila creció creyendo que llorar era debilidad. Se convirtió en la adulta responsable de proteger a sus hermanos, de esconder la violencia, de contar cuentos para desviar su atención. “Si mi mamá se acostaba a llorar, yo no podía llorar”, dijo.

Violencia, pobreza y sobrevivencia

Con los años, la situación empeoró. Su padre perdió el trabajo, destrozó una cafetería que su madre intentaba levantar y comenzaron a vivir en condiciones precarias. “Dormíamos en el piso, con bolsas negras en las ventanas para que no entrara el frío”, relató.

Uno de los momentos más duros fue cuando escuchó a su padre decir a otro borracho: “Te doy a mi hija si me das más alcohol”. Esa fue la señal definitiva. Caminó una hora con sus hermanos hasta el trabajo de su madre para pedirle que los sacara de ahí. Su padre ya deliraba: hablaba de sacrificar a uno de sus hijos en un ritual.

Un nuevo comienzo

La madre de Priscila tomó la decisión de enviarlos a un internado. Ahí entendió que no estaba sola, que había otras personas que también vivían historias de dolor y violencia familiar. “Ahí se me bajó la soberbia”, dijo.

Hoy, tanto Cristina como Priscila son ejemplo de que sí se puede romper el ciclo, pero requiere mucho trabajo interior, herramientas, ayuda profesional y, sobre todo, hablar de lo que duele, aunque esté prohibido en casa.

Si creciste con padres alcohólicos, no estás solo

Ambos testimonios dejan claro que el alcoholismo no solo afecta a quien lo padece, sino a toda la familia. Las huellas de abandono, la necesidad de validación, el dolor de la codependencia y el silencio obligado son solo algunas de las consecuencias que cargan los hijos.

La buena noticia es que sí hay forma de sanar. Con terapia, con amor propio y con la fuerza de compartir tu historia.

Violencia, pobreza y sobrevivencia / Westend61

La herida invisible: Crecer con un padre alcohólico

Priscila recordó cómo durante años vivió con miedo, vergüenza y sentimientos de insuficiencia emocional. “¿Por qué mi papá no lo hace por mí? ¿Qué no me ama?”, se preguntaba de niña. Su madre tomó la decisión de dejarlos y llevarse a sus hijos, pero la violencia del padre no terminó ahí. La golpeó afuera de su trabajo, exigiéndole que le devolviera a sus hijos.

La negación del padre sobre su problema con el alcohol lo llevó a buscar ayuda legal sin aceptar su responsabilidad. Priscila, como muchos hijos de alcohólicos, buscó salidas para olvidar: “Decía ‘yo nunca voy a tomar’, pero cuando lo probé, se me empezó a olvidar lo que viví”. Su proceso de sanación comenzó cuando decidió ir a terapia y entender que “la historia de mi papá no me define”.

Una madre tierna… que se transformaba al beber

Mónica vivió el otro extremo: una madre alcohólica. “Mi mamá era lindísima… pero cuando tomaba, se transformaba”. Desde niña, fue testigo de escenas de violencia en su casa: gritos, agresiones físicas, insultos, incluso intentos de ataque con tornillos. “Siempre vivimos con angustia, miedo, incertidumbre”, recuerda.

Su madre bebía en secreto. El ambiente en casa era inestable. A pesar de sus múltiples intentos, incluyendo un internamiento en Monte Fénix, su madre recayó una y otra vez. “Cuando ella no estaba, la casa se sentía tranquila”. A los 51 años, murió atropellada. Aun así, Mónica reconoce que sigue arrastrando patrones de miedo e inseguridad: “Hoy soy mamá y he contagiado mi personalidad a mis hijos”.

El alcoholismo es una enfermedad familiar

Ambas testimonios comparten una misma verdad: el alcoholismo es una enfermedad que enferma a toda la familia. La vergüenza, el miedo, la baja autoestima y la inseguridad se heredan de forma silenciosa. “No solo está enfermo el alcohólico, estamos enfermos todos los que lo rodeamos”, dice Mónica con voz firme.

Hoy, tanto ella como su esposo, también hijo de padres alcohólicos trabajan en proyectos de prevención. Él impulsa un museo interactivo para adolescentes, donde se muestran de manera lúdica las consecuencias del consumo de alcohol y drogas.

Romper el ciclo: Un acto de valentía

Estas historias demuestran que sanar es posible, pero requiere trabajo, conciencia y, sobre todo, valentía. Tanto Priscila como Mónica buscan hoy ayudar a otros. “Yo ya no quiero que nadie viva lo que yo viví. Porque no solo el alcohólico sufre: también la esposa, el hermano, los hijos… todos”.

El mensaje es claro: el alcoholismo no es solo un problema del que bebe. Es una enfermedad que puede marcar generaciones enteras. Por eso, hablarlo, compartirlo y buscar ayuda es el primer paso hacia la libertad emocional.

La herida invisible: Crecer con un padre alcohólico / crotography

Desconfianza y apego evitativo, cicatrices invisibles

Una de las participantes compartió cómo la ausencia y el abandono emocional de su padre la hicieron desarrollar un fuerte apego evitativo. “No escucho promesas porque vengo de cargar con un papá que sale, entra, sale, entra, pero no cambia”, confesó. La desconfianza en los hombres y el rechazo al matrimonio son consecuencias directas de estas vivencias.

Repetir patrones: relaciones afectivas dañinas

A pesar de haber tomado terapia, otra testigo reveló cómo terminó en una relación con una persona que replicaba el mismo comportamiento destructivo de su madre. “Me di cuenta de que estaba en una relación con una persona alcohólica, y aunque lo supe desde los ocho meses, pasé cuatro años con él”, relató. La codependencia emocional y la necesidad de sentirse protegida jugaron un papel clave.

El rol de salvadora: una carga emocional heredada

La necesidad de “salvar” a todos se convirtió en una constante para otra de las mujeres, quien relató: “Si no pude salvar a mi papá, quiero pertenecer, quiero salvar a esta persona”. Así, muchas veces terminó en relaciones con parejas que requerían ayuda financiera o emocional. “Dating is not therapy”, reflexionó con humor y crudeza.

El impacto de crecer en un entorno disfuncional / SimpleImages

El impacto de crecer en un entorno disfuncional

Desde la ansiedad infantil, los ataques de pánico, hasta enfermedades psicosomáticas como la dermatitis, los efectos de vivir con padres emocional o mentalmente enfermos persisten por años. “No conocía la paz. En mi hogar todo era conflicto”, mencionó una de ellas.

Terapia emocional: el camino hacia la sanación

Las tres coinciden en un punto: la terapia psicológica ha sido clave para transformar sus vidas. “Hoy me aplaudo, me abrazo. No estaría aquí sin haber trabajado en mí”, compartió una. Reconocen que sanar las heridas emocionales de la infancia no es fácil, pero es posible con ayuda profesional.

“No están solos”: un mensaje de esperanza

Todas enviaron un mensaje poderoso a quienes atraviesan situaciones similares: “No es tu culpa, no tienes que salvar a tu mamá o a tu papá. Tú mereces amor y respeto”, enfatizó una de ellas. Y remataron con una frase contundente: “Es muy valiente tomar la decisión de irse, pero es más valiente vivir”.

Dale play y escucha la entrevista completa en: https://youtu.be/DuGalfGm3Xg

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