Deysi Vargas: Una madre contra el tiempo; el drama migratorio que pone en riesgo la vida de una niña mexicana en EE.UU.

En medio de las frías políticas migratorias y los estrechos márgenes de la ley, una niña mexicana en California, de apenas cuatro años de edad, enfrenta una enfermedad devastadora, mientras su madre, en riesgo de deportación, ha iniciado una cruzada contra el tiempo, la burocracia, el sistema, y el racismo.

Sofía padece el síndrome del intestino corto, una condición médica poco común que impide que su cuerpo absorba adecuadamente los nutrientes necesarios para vivir. Su tratamiento es complejo y riguroso. Debe permanecer conectada a una terapia intravenosa por al menos 14 horas diarias y requiere supervisión constante de especialistas. En México, los recursos médicos no fueron suficientes para atenderla.

En julio de 2023, Deysi, su madre, tomó una decisión desesperada, pero valiente: solicitar un permiso humanitario para ingresar a Estados Unidos, buscando el único tratamiento que podía ofrecerle una oportunidad real de vida a su hija. Se establecieron en Bakersfield, California, desde donde viajan regularmente al Hospital Infantil de Los Ángeles para las citas de Sofía.

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Lo que parecía un respiro temporal se ha convertido en un nuevo problema. En abril de 2025, el Departamento de Seguridad Nacional revocó el permiso humanitario que había permitido su estadía legal. Junto con esa revocación, también se canceló el permiso de trabajo de Deysi, dejando a la familia sin ingresos para sostener la atención médica y los traslados.

La orden de abandonar el país no solo pone en jaque la estabilidad familiar, sino que amenaza directamente la vida de Sofía. Según los médicos que la atienden, interrumpir su tratamiento podría ser letal en cuestión de días.

Derechos migratorios, salud infantil y urgencia humanitaria

Ante este panorama, abogados especializados en derechos migratorios y salud infantil han tomado el caso, calificándolo como una urgencia humanitaria. Han solicitado al gobierno de Estados Unidos la reconsideración del estatus migratorio de la familia y la extensión del permiso humanitario. Alegan no solo razones médicas, sino principios éticos y legales que impiden, en su visión, deportar a una menor cuya vida depende de tecnología y cuidados que no están disponibles en su país de origen.

Deysi Vargas, por su parte, no ha dejado de alzar la voz. Ha comparecido ante medios, ha firmado solicitudes legales y ha reiterado, con firmeza, que su única prioridad es mantener a su hija con vida. “No estoy pidiendo privilegios —ha dicho—, solo la oportunidad de que mi hija viva”.

El caso ha empezado a resonar más allá del ámbito legal. Diversas organizaciones de derechos humanos y colectivos migrantes han expresado su apoyo, señalando que esta situación expone los vacíos de un sistema que a veces prioriza la norma por encima de la compasión.

Mientras las autoridades deliberan, la vida de Sofía sigue contando los días. Y su madre, desde una tierra ajena que ya siente propia, sigue luchando con la esperanza de que esta frontera no termine siendo una sentencia, sino el umbral de una nueva oportunidad.

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