Jóvenes y criptomonedas: ¿educación financiera o moda pasajera?
Hoy, es común escuchar a jóvenes discutir sobre Bitcoin, tokens o blockchains como si fueran temas cotidianos

Hace apenas cinco años, hablar de criptomonedas en México sonaba a ciencia ficción. Hoy, es común escuchar a jóvenes discutir sobre Bitcoin, tokens o blockchains como si fueran temas cotidianos. Y no es una exageración: basta con entrar a cualquier red social para comprobar que el mundo cripto ya forma parte de las conversaciones de miles de personas entre los 18 y 30 años.
Hoy en día, se puede acceder al mundo de las criptomonedas de diversas formas, siendo la más común a través de plataformas de intercambio o exchanges, donde se compran y venden directamente estos activos. Sin embargo, también existen instrumentos como los CFD (Contratos por Diferencia), utilizados para operar con distintos tipos de activos —entre ellos, las criptomonedas— que permiten especular con las variaciones de su precio sin necesidad de adquirirlas. Esta modalidad puede ofrecer cierta flexibilidad, pero también implica riesgos importantes, ya que suele involucrar apalancamiento, es decir, el uso de fondos prestados, lo cual amplifica tanto las ganancias como las pérdidas, especialmente en un entorno tan volátil como el cripto. Por eso, antes de operar con una nueva criptomoneda mediante CFD, es fundamental contar con información clara, comprender bien cómo funciona este tipo de producto y aplicar una estrategia de gestión del riesgo adecuada.
Cabe preguntarse ¿qué hay detrás del auge de las criptomonedas? Para empezar, un contexto donde el acceso a servicios bancarios tradicionales sigue siendo limitado. Según datos recientes de la CNBV, más de la mitad de los adultos en el país no tiene productos financieros formales. Ante eso, algunos pueden ver en las criptomonedas una opción más directa y menos burocrática. Sin embargo, muchas veces no se tienen en cuenta los riesgos de estas monedas digitales, ya que se trata de activos que presentan una altísima volatilidad, con precios que pueden fluctuar considerablemente en poco tiempo.
Además, hay un factor que no puede subestimarse, que no es otro que la fuerza de las redes sociales. Influencers, tutoriales, videos cortos con títulos tan llamativos como “cómo ganar dinero desde tu celular” ... Todo este contenido ha normalizado el tema al punto de volverlo atractivo, incluso para quienes nunca han tenido una tarjeta de crédito.
Un estudio de la consultora Sherlock Communications confirma esta tendencia: cuatro de cada diez usuarios cripto en América Latina son jóvenes entre 18 y 34 años. En México, el perfil típico del usuario es una persona universitaria, conectada a internet, que busca alternativas y que, muchas veces, desconfía de los métodos financieros tradicionales.
La delgada línea entre aprender y arriesgarse sin preparación
Sin embargo, como ocurre con toda tendencia tecnológica, el entusiasmo no siempre viene acompañado de conocimiento. En muchos casos, jóvenes sin experiencia previa se lanzan al mundo de las criptomonedas motivados por historias de éxito en redes... sin detenerse a investigar bien los riesgos que conlleva.
Y es ahí donde empiezan los problemas. Están los que caen en plataformas dudosas, los que invierten en monedas que desaparecen de la noche a la mañana o los que entregan sus datos personales sin saber bien a quién. La Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) ha documentado un aumento considerable en las estafas digitales dirigidas a este sector.
No es que el interés por las criptomonedas sea negativo. Al contrario, puede ser una puerta de entrada a la educación financiera y al pensamiento crítico sobre la economía digital. Pero ese proceso requiere acompañamiento, información clara y, sobre todo, una cultura del aprendizaje antes que de la especulación.
En este escenario, algunas plataformas han empezado a ofrecer contenidos formativos accesibles que incluyen guías y artículos pensados para quienes apenas están conociendo el tema.
Porque si algo ha demostrado el mundo cripto es que la información es poder... y la desinformación, una trampa. En este sentido, aprender a distinguir entre contenido educativo y contenido promocional es tan importante como saber leer un gráfico de precios.
¿Debería enseñarse sobre criptomonedas en las escuelas?
La pregunta empieza a sonar en voz alta: ¿no sería mejor que los jóvenes tuvieran acceso a educación sobre estos temas desde la preparatoria o incluso antes? No para convertirlos en inversionistas, sino para que entiendan los fundamentos de esta nueva economía digital.
Algunos países ya han dado ese paso. En El Salvador, por ejemplo, el gobierno impulsó programas de enseñanza sobre Bitcoin en secundaria, después de adoptar esta moneda como oficial. La medida generó controversia, pero también abrió la puerta a una discusión regional sobre la alfabetización financiera en la era digital.
En México, hay iniciativas desde universidades que ofrecen diplomados en blockchain y finanzas digitales. Pero son pocas, están dirigidas a un público limitado y suelen tener costos altos. Llevar este conocimiento a las aulas públicas podría marcar una diferencia real, sobre todo en comunidades donde no hay otra vía para acceder a este tipo de formación.
Reportajes como el publicado en 2023 en El Economista planteaban que la brecha no está solo en el acceso a la tecnología, sino en el entendimiento de cómo funciona. Por eso, más allá del entusiasmo juvenil, hay una necesidad de fondo: construir ciudadanía digital.
La UNAM también se ha pronunciado al respecto. En una de sus publicaciones recientes, especialistas advirtieron que no basta con regular las criptomonedas; también hay que enseñar sobre ellas. Su propuesta es clara: integrar estos contenidos como parte de una educación que prepare a las nuevas generaciones para un mundo donde lo digital ya no es el futuro, sino el presente.
En resumen, no se trata de prohibir ni de promover, sino de informar. De entender que el interés de los jóvenes por las criptomonedas es una oportunidad para enseñar, para construir hábitos financieros sanos, y para impulsar un cambio cultural que va mucho más allá de las monedas digitales.